MAGNA CUM PUBLICIDAD
No hay negocio rentable, desde el punto de vista económico, que no utilice las artes de la publicidad y el mercadeo para asegurarse el éxito.
La publicidad en nuestros días es una herramienta extraordinaria para el logro de objetivos comerciales, empresariales e institucionales y su utilización se inscribe dentro de los derechos humanos a la libre empresa, a la libertad de información y diversas libertades y derechos de orden civil y económico.
Nuestro mundo de hoy se caracterizada especialmente por el hecho desbordante de la publicidad, fenómeno de proporciones gigantescas.
La publicidad juega un papel decisivo en el ritual del consumo, arrollando con su fuerza tanto al hombre como al medio ambiente. Con harta frecuencia, junto a la publicidad caminan el derroche y la indolencia, ya que una de sus funciones principales, en nombre de la moda y de lo “in”, es decretar la obsolescencia de los bienes de consumo antes de que estos hayan alcanzado el nivel de “desgaste técnico”, reduciendo al máximo la duración de su uso, con lo cual se presta un gran servicio a la industria y al comercio, porque se induce al consumidor a adquirir nuevos productos, a veces mediante el uso de técnicas psicológicas deshonestas que manipulan la psiquis individual y colectiva, generando la falsa sensación de “necesidades insatisfechas” mediante el recurso y utilización de imágenes hedonistas como el sexo fácil, el culto a la apariencia y el máximo éxito con el mínimo esfuerzo. En muchos casos mediante la manipulación subliminal, que llega a las capas más íntimas del individuo, se producen perturbaciones alienantes que atentan contra la propia identidad y cultura, sin que la víctima pueda reaccionar convenientemente.
Esto constituye una constante agresión a la persona. Un bombardeo intenso de falsas informaciones que tiene entre sus víctimas predilectas a los niños y adolescentes, especialmente a los de las clases menos pudientes, causando en ellos graves desviaciones en su proceso formativo, y sobre todo, atentando de manera soez contra la libertad de la persona.
Esta muy lucrativa tarea, que produce bienes incalculables a quienes la promueven, se constata de modos muy diversos: Estimulando cambios continuos en la moda, estableciendo nuevos niveles de posición social, haciendo hincapié en nuevas formas de propiedad, entre otros, ocasionando un cambio de rumbo y de relación persona-objeto, ya que los productos ofrecidos no vienen a solucionar problemas ni a satisfacer necesidades auténticas del natural desarrollo humano, sino que, en sentido totalmente contrario, vienen a crear 'necesidades innecesarias', a inventarlas e inyectarlas en las masas, las cuales se sienten catapultadas de enfrente de su aparato de televisión al mercado, pasando de televidente a “televidiota”.
El propósito y efecto de la publicidad es uno y sólo uno: Despertar el apetito insaciable del consumidor, generando un tipo de persona, que en la noble lengua latina pudiéramos llamar el “persona mercator”, la que vive para consumir en vez de consumir para vivir.
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