Libertad y Simplicidad.
Una persona libre es simple, sencilla, sin dobleces,
sin dos partes ni dobles caras, capaz de apreciar y valorar con sentido de
pertenencia integral cada evento de la vida.
La
simplicidad, en un sentido ontológico, ayuda a descubrir la propia
identidad. La simplicidad mueve a un profundo
respeto por la verdad y la justicia
e impulsa a ser solidarios y vivir la fraternidad más allá de la
tolerancia en un compromiso radical
con la humanidad y el planeta en todos los aspectos del
desarrollo de la vida y de la historia. Una persona simple es
optimista y siempre mira al futuro con
esperanza. Ser simple no es ser
simplón. La simplonería es chocante porque es inconsciente e irresponsable.
Los simplones miran el mundo sin esperanza y
sin compromiso.
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