A los venezolanos que se han ido.
Siempre me ha merecido un profundo respeto quien, cargando sobre su corazón el dolor de la ausencia, la separación y la lejanía, se ha sembrado con esperanza, amor y tenacidad en tierras ajenas haciéndolas suyas y regándolas con sudor y lágrimas, aunque por siempre en ellas se le llame “extranjero”.
Cualquiera sea la razón, emigrar marca en el corazón la huella de la no pertenencia que amarga el paladar con el sabor de la nostalgia por lo propio, mucho más cuando la partida es obligada.
Dejar la casa paterna, alejarse de las tertulias con los amigos, partir a tierras ignotas, aquellas que en todo recuerdan, por la ausencia, el calor entrañable de tu pueblo y de tu gente es una opción para valientes. A los millones de venezolanos que se han ido les entiendo y les respeto.
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