(Advertencia:
Este texto contiene algunas palabras altisonantes para algunas personas sensibles)
Escribiendo de lo que no era.
Me he considerado siempre muy afortunado o debo decir mejor agraciado por el don de la amistad. Tengo recuerdos de amigos desde mi niñez, de hecho algunos de ellos permanecen cercanos. También mantengo contactos con amigos de la primaria y a algunos de ellos les veo en misa de vez en cuando. Igual guardo muy entrañables recuerdos de grandes amigos del bachillerato y muchos de mis colegas de clase aún nos encontramos regularmente. Lo mismo sucede con muchos que he conocido en la universidad o en el seminario.
Como lo he dicho, me siento agraciado, hasta privilegiado de poder contar, todavía a mis más de 50 con amigos que conocí a los 7. Y eso que yo no soy fácil, al contrario, soy más bien un "poquito" difícil, sin embargo, en esa misma dificultad y no facilismo he encontrado la persistencia en la amistad.
No me vendo al primer afecto o a la primera lisonja del cariño pasajero. Compro caro a mis amigos con esfuerzo dedicado en la lealtad y la respuesta efectiva y oportuna, también en el cariño sincero, pero no me ofrezco como sticker al mejor postor.
Al parecer estoy escribiendo un poco confuso, pero siempre lo hago. Escribo confuso, tuerzo el lápiz, intento parir mis ideas en curvas de grafito, mordiendo el lápiz entre mis carencias. No soy simple.
Odio la impoluta simplura con que se expresan los matemáticos, yo prefiero complicarme. Me gusta complicarme para expresarme.
No busco el efecto científico de la comunicación fácil sino el fenómeno trascendente de la empatía que te descubre entre líneas. No me interesa que se entienda cada letra de mis palabras sino el conjunto de mi expresión. No me someto al análisis de filólogos porque no se escribir, pero escribo. No pretendo ser escritor, pero me sé el abecedario y escribo.
Parafraseando una canción que no se quién canta "yo no escribo porque sé ni porque mi letra es buena", escribo porque escribir me arrebata de soledades y desdenes, de preocupaciones y acosos, de masturbaciones psicológicas y de entregas amargas a la idea sin tinta.
Mis intentos por escribir no son una huida sino un encuentro. Cuando escribo me encuentro hacia dentro y dejo de mirar mis pies y su estiércol.
Cuando escribo me siento y me tomo un café con sal en una noche de insomnio. En última instancia, este escrito no era sobre escribir sino sobre los amigos que tengo, que atesoro y que sigo queriendo, pero como no se escribir, tuerzo las ideas y cambio los temas.
Alberto José.
Como lo he dicho, me siento agraciado, hasta privilegiado de poder contar, todavía a mis más de 50 con amigos que conocí a los 7. Y eso que yo no soy fácil, al contrario, soy más bien un "poquito" difícil, sin embargo, en esa misma dificultad y no facilismo he encontrado la persistencia en la amistad.
No me vendo al primer afecto o a la primera lisonja del cariño pasajero. Compro caro a mis amigos con esfuerzo dedicado en la lealtad y la respuesta efectiva y oportuna, también en el cariño sincero, pero no me ofrezco como sticker al mejor postor.
Al parecer estoy escribiendo un poco confuso, pero siempre lo hago. Escribo confuso, tuerzo el lápiz, intento parir mis ideas en curvas de grafito, mordiendo el lápiz entre mis carencias. No soy simple.
Odio la impoluta simplura con que se expresan los matemáticos, yo prefiero complicarme. Me gusta complicarme para expresarme.
No busco el efecto científico de la comunicación fácil sino el fenómeno trascendente de la empatía que te descubre entre líneas. No me interesa que se entienda cada letra de mis palabras sino el conjunto de mi expresión. No me someto al análisis de filólogos porque no se escribir, pero escribo. No pretendo ser escritor, pero me sé el abecedario y escribo.
Parafraseando una canción que no se quién canta "yo no escribo porque sé ni porque mi letra es buena", escribo porque escribir me arrebata de soledades y desdenes, de preocupaciones y acosos, de masturbaciones psicológicas y de entregas amargas a la idea sin tinta.
Mis intentos por escribir no son una huida sino un encuentro. Cuando escribo me encuentro hacia dentro y dejo de mirar mis pies y su estiércol.
Cuando escribo me siento y me tomo un café con sal en una noche de insomnio. En última instancia, este escrito no era sobre escribir sino sobre los amigos que tengo, que atesoro y que sigo queriendo, pero como no se escribir, tuerzo las ideas y cambio los temas.
Alberto José.
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