El Señor Jesús perdona desde el dolor indecible de sentir desgarrado su
cuerpo por los clavos de la cruz, desde la conmoción que le ha causado la
deserción, la traición de sus amigos que le han dejado en una soledad
espantosa, él perdona desde la infamia de ser considerado un deshecho, perdona
a quienes con saña y morbo, ventaja y cobardía lo están matando.
En circunstancias históricas corrientes, aún desde la comodidad del
reclinatorio, del sillón o del teclado del computador a todos nos resulta no
poco difícil concebir el perdón. No digamos lo que significa estar llamados a
perdonar desde la cola para obtener alimentos o medicamentos mientras somos
extorsionados con precios inalcanzables, desde la carencia de servicios
públicos eficientes y suficientes, desde la impotencia de llevar a nuestros
enfermos a hospitales sin cama ni insumos, o desde las farmacias sin medicamentos,
los supermercados sin comida y los bancos sin dinero; o desde el sufrimiento de
la cruz de ver partir a nuestros hijos para convertirse en exiliados, desde el
dolor de sentir la familia dividida, desde el temor a perder la libertad por la
supresión gradual y sostenida de nuestros derechos. Desde la realidad histórica
de tanta injusticia y calamidad!!!!
Seremos nosotros capaces de invocar el perdón de Dios sobre aquellos que
son culpables de robarnos la vida y la alegría? Podremos, como Cristo, desde
nuestros sufrimientos y agonías, perdonar al verdugo que los ocasiona y desde
nuestra propia cruz exclamar con el Señor: Padre, perdónales, porque no saben
lo que hacen?
Padre Alberto Gutiérrez, Parroquia Purísima Madre de Dios y San Benito de Palermo, en El
Bajo.
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